NO SEAS DE PIEDRA
La violencia hacia las mujeres no puede justificarse ni entenderse como una serie de hechos aislados que dependen casi exclusivamente del maltratador que la lleva a cabo, sino que es una consecuencia de una sociedad patriarcal que, a través de los mandatos culturales, ha legitimado históricamente un poder y una dominación sobre las mujeres, garantizando el uso de la violencia y de las amenazas para mantener dicho poder. De esta manera, la violencia de género no es un fin en sí misma, sino un instrumento de control que sirve para mantener el status quo de dominación masculina y subordinación femenina.
A medida que se ha ido avanzado en la sensibilidad y visibilidad de la violencia de género, han ido surgiendo en los últimos años en España y Europa mensajes que cuestionan la desigualdad, las medidas que se dirigen a corregirla y la violencia de género, contribuyendo a culpabilizar a la víctima, a eximir o justificar la conducta del maltratador, a naturalizar o minimizar la violencia, e incluso, a impedir o dificultar a la víctima salir de la situación violenta que sufre.
En este sentido, es fundamental entender que la violencia de género en el ámbito de las relaciones de pareja se construye en un proceso que suele iniciarse desde los comienzos de la relación, en el noviazgo. Al principio los comportamientos del maltratador no son de violencia, sino de ir sembrando la desigualdad e ir creando las condiciones para asentar su dominio sobre la mujer. Poco a poco se van sumando otros comportamientos y actitudes (que en muchas ocasiones no son identificadas como acciones de violencia psicológica, sino que se interpretan como manifestaciones propias del carácter de él o como signos/manifestaciones de amor) que van dañando a la mujer a todos los niveles, generándole una fuerte dependencia emocional.
Teniendo en cuenta este proceso de violencia que vive la mujer, es necesario no juzgar a la víctima ni esperar que su comportamiento sea el que haríamos desde nuestra “normalidad”. Esto puede generar desorientación, desconfianza y rechazo hacia ella, victimizándola así doblemente. Por ello, pongamos el foco de atención en el agresor, reaccionemos ante lo que vemos y oímos. Aunque los episodios de violencia machista no nos afectan directamente en nuestro día a día, la violencia de género es una realidad de la que somos parte de la solución. Rompamos los mitos y las ideas erróneas sobre la violencia de género que favorecen que se sigan minimizando, justificando o negando situaciones de violencia contra las mujeres y actuemos frente a cualquier episodio de violencia machista.
NO SEAS DE PIEDRA.
Ante cualquier episodio de violencia machista, no te quedes impasible. Tú eres parte de la solución.